“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”*
Al leer esté artículo (anexo el link abajo) y esta oración del inicio de la novela de “Cien años de Soledad”, me remonté a una de tantas anécdotas de mi papá, la cual contaré a continuación y es de mis favoritas.
Mi abuelita, tenía una casa de asistencia en Tamaulipas para estudiantes donde rentaba cuartos, cocinaba y hacía el aseo, de esa manera sola, había sacado adelante a mis dos tíos y a mi papá. Mi papá se traslado a vivir a Mexicali porque surgió una oportunidad de trabajo en la Geotérmica como técnico, estaba batallando para encontrar en Tampico y la tomó. Tenía veinte años cuando llego. Ahorró algo con sus primeros sueldos y aprovechando que mi abuelita estaba de visita en la cuidad le dijo–Madre, quiero concederte un sueño, dime lo que deseas y yo trataré de hacértelo realidad, lo que me pidas. Y mi abuelita pudiendo escoger bastantes cosas, ropa, zapatos, tal vez joyas, o ir de shopping lo único que pidió fue: – Sólo quiero conocer la nieve. –Ay madre me la pones bien fácil, eso lo podemos hacer después. –Pero eso es lo quiero.
Y en efecto se la puso fácil, dentro de las bondades y curiosidades de vivir cerca del infierno de Mexicali, es que tenemos cerca muchos paraísos, a casi dos horas tenemos del lado americano, Pine Valley una comunidad muy bonita porque es bosque cerca de San Diego, CA, aproximadamente a 1300 m sobre el nivel del mar, es decir cae nieve. En ese entonces andaba de novio con mi mamá y se fueron los tres en carro. Llegaron al lugar. Todo estaba blanco. Se bajaron. Ella caminó para adentrarse al bosque, y en cada paso volteaba a su alrededor en silencio y regresaba su mirada a él. Se sentó en un tronco. --Ven Madre vamos por acá. --Espero no ser grosera pero pudieran dejarme sola. --Claro que no el tiempo que gustes. Ahí termina la anécdota. Cuando cuenta la anécdota la mayoría de las veces se le quiebra la voz, porque la expresión de la cara de ella, sé, le compensó muchas cosas en su vida; además que falleció hace algunos años.
Él las puede repetir sin darse cuenta, o yo solicitarle me las cuente y auque a veces recibo el --Ay, Yoli otra vez, no duda en hacerlo y las escucho con emoción todas las veces.
*http://laslecturasdemrdavidmore.blogspot.com.es/2013/06/diez-grandes-inicios-de-novela.html
Yolanda
ResponderBorrarQué bueno saber que no olvidaste a tu público, es gratificante saber que sigues escribiendo después de habernos dejado por un buen rato, aunque te soy sincero ya tenía tiempo que NO asistía a tu rincón de vivencias Y recuerdos.
Muy bonita historia la que nos dejas, si me dejas opinar creo que este relato es un ejemplo de humildad y sobre todo el cumplir un deseo que en pocas palabras fue disfrutar de la vida que eso no tiene precio.
Espero que la gente que lea tu blog pueda llevarse algo como yo en este día
Gracias!!
Me agrada mucho lo hayas visto así. La sencillez de ese sueño me gustó bastante. La humildad es algo tan difícil de encontrar, pero cuando la distingo en un acto o persona, es como si estuviera viendo un milagro, por eso se me quedan muy bien grabado.
ResponderBorrarGracias por darte la vuelta, y haberme compartido tu experiencia con esta historia, me hiciste muy feliz :).
Amiga..!!!
ResponderBorrarTe dejo esta web page para que le des un vistazo , creo que te pueda interesar como buena lectora ademas de artista
http://www.lecturalia.com/
saludos y estamos en contacto