septiembre 28, 2009

¿Todo bien?

No, no todo está bien. Me preocupa que pase el tiempo, el amor siga creciendo e ignoremos quienes somos. No se trata de quien está bien o quien mal. Traemos diferentes caminos y no quiero que renuncies a ser tú para convertirte en alguien que tarde que temprano desconocerías. Me hiciste tan feliz y tanto bien; pero me lo debo a mí y te lo debo a ti.

De las 8:15 suceden las 8:16 horas. El cielo nublado según pronóstico. Cae agua tanto afuera como adentro. Los carros van y vienen, algunos con prisa otros no tanta. El semáforo cambia a verde. Debo avanzar. ¿Todo bien? No lo sé, pero sé que lo estará.

septiembre 22, 2009

Posibles razones

El gusto por el silencio, quizá comenzó, cuando perdí el 70% de la audición de ambos oídos, debido a una infección por la alberca. Tuve que esforzarme un poco más de lo normal para comprender lo que sucedía alrededor, porque el: ¿Eh? ¿Mande? ¿Qué dijiste? eran molestos, por lo que antes de desarrollar mi habilidad de leer los labios, decidí inventar historias, donde la realidad era más divertida. Y quizás la simple pregunta de mi mamá de --- ¿Vas a cenar algo? se convertía en ¿Quieres de cenar tu postre favorito? y mi respuesta al ser --Si. No afectaba a nadie, y todos tan contentos como siempre. Era mi mundo y ahí estaba bien.

Tal vez el gusto por la soledad inició, cuando siendo una chamaca le suplicaba a mi mamá que me dejara quedarme en casa sola, cuando era inconcebible hacerlo porque: "fuera a pasar algo malo". Pero era una necesidad tan grande. En cuanto cerraba la puerta y escuchaba el carro partir, brincaba como loca. Tenía toda la casa para mí solita. Silencio, solo yo conmigo misma. Corría al cuarto de mis papás, me quitaba los zapatos y brincaba en el colchón king size, una y otra vez. Me gustaba ver mi reflejo, en el espejo del tocador que tenía justo enfrente, era la felicidad, por eso la reconozco tan bien. Terminaba, porque todo es finito, e iba por una revista, o intentaba interesarme en los libros, porque sabía que era bueno leer, mis papás me lo decían; pero confieso que leía, y muchas veces no comprendía, me aburría, porque lo único a la mano eran las enciclopedias. Ya los cuentos de Disney ya me los sabía.

Sinceramente no lo sé, pero la soledad es una fiel amiga que me gusta tener cerca y el silencio me permite escucharme más fuerte.

septiembre 12, 2009

Reconciliación


No cabe duda que los días de lluvia pueden tener dos caras. En Mexicali rara vez llovía, a comparación de Monterrey, así que no estaba familiarizada con los ríos que se forman en diferentes puntos de la ciudad con una corriente y nivel que ya les gustaría a algunos. ¿Paraguas? Lo conocía por las películas, y porque en la primaria me hizo dudar varias veces si llevaba o no diéresis.

La lluvia me pone nerviosa. Sobre todo por la manejada. Las calles son un caos. Tal pareciera que la gente se levanta y dice: “hoy es un buen día para chocar”. Las avenidas rápidas se atiborran de carros, uno tras otro, casi besándose, a un ritmo que parece agonía. No hay salida alguna. Recorres todas las estaciones de la radio una y otra vez, si es que no te lo robaron. Evocas tu situación actual, te haces preguntas existenciales, los recuerdas a ellos. Tu mente enlista pendientes: pasta de dientes, manzanas, cereal, llamar a mi familia, a mis amigos, conocer Paris, ir a la Playa. ¿Te cuestionas qué hacer con tu cabeza? ¿Si la recargas en tu brazo colocado en la puerta, o en el respaldo del asiento? Piensas, en que padre sería si: existieran los carros voladores o las vías rápidas de hasta tres niveles en México. Que diferente sería tu vida si vivieras en un lugar más tranquilo, donde las distancias largas fueran de 20 minutos, el caminar fuera seguro y la bicicleta fuera un medio de transporte con la infraestructura vial necesaria. Vuelves a tu realidad, para darte cuenta que avanzaste ¡Míseros diez metros! Pasa el tiempo como siempre lo hace. ¡Por fin fluye! Respiras. Ahora lidiar con la gente que avienta el armatoste sin miramientos. Las lagunas y charcos, aparecen por todos lados, en medio de calles o a las orillas. Tal pareciera que el objetivo de la mayoría es pasarlos a tal velocidad, que te asegures que un transeúnte entienda que fue el peor día de su vida, pero sobre todo ¿y porque no? mojar al maldito mercedes, al lobo, o al jeep.

¡Lo que quiero es llegar a donde sea! ¡La odio!

Me reconcilio con ella cuando: volteo hacia arriba y dejo que me toque; o cuando la escucho por largo tiempo y comprendo que es su naturaleza, los que estamos mal somos nosotros; pero sobre todo me reconcilio con ella, cuando me invita a estar en la casa con un chocolate en una enorme taza, acurrucada en el sillón que solo quepo yo ,y él si está; elijo cubrirme la piel miedosa con la frazada de colores desentonados que compré justo para esos momentos, y veo la película o leo el libro que me recuerda que el amor es algo bello y existe.