El gusto por el silencio, quizá comenzó, cuando perdí el 70% de la audición de ambos oídos, debido a una infección por la alberca. Tuve que esforzarme un poco más de lo normal para comprender lo que sucedía alrededor, porque el: ¿Eh? ¿Mande? ¿Qué dijiste? eran molestos, por lo que antes de desarrollar mi habilidad de leer los labios, decidí inventar historias, donde la realidad era más divertida. Y quizás la simple pregunta de mi mamá de --- ¿Vas a cenar algo? se convertía en ¿Quieres de cenar tu postre favorito? y mi respuesta al ser --Si. No afectaba a nadie, y todos tan contentos como siempre. Era mi mundo y ahí estaba bien.
Tal vez el gusto por la soledad inició, cuando siendo una chamaca le suplicaba a mi mamá que me dejara quedarme en casa sola, cuando era inconcebible hacerlo porque: "fuera a pasar algo malo". Pero era una necesidad tan grande. En cuanto cerraba la puerta y escuchaba el carro partir, brincaba como loca. Tenía toda la casa para mí solita. Silencio, solo yo conmigo misma. Corría al cuarto de mis papás, me quitaba los zapatos y brincaba en el colchón king size, una y otra vez. Me gustaba ver mi reflejo, en el espejo del tocador que tenía justo enfrente, era la felicidad, por eso la reconozco tan bien. Terminaba, porque todo es finito, e iba por una revista, o intentaba interesarme en los libros, porque sabía que era bueno leer, mis papás me lo decían; pero confieso que leía, y muchas veces no comprendía, me aburría, porque lo único a la mano eran las enciclopedias. Ya los cuentos de Disney ya me los sabía.
Sinceramente no lo sé, pero la soledad es una fiel amiga que me gusta tener cerca y el silencio me permite escucharme más fuerte.
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