diciembre 28, 2011

FIN DE AÑO

Faltan cuatro días para que Diciembre terminé y con ello, todo el 2011. Aún no he hecho el análisis de todo lo que hice o deje dejé de hacer este año, pero estoy consciente de lo que tengo pendiente y deseo realizar para cerrar bien este año.

Quiero terminar de leer mi último libro del año, y quizá alcancé a iniciar el del próximo año. Es de Isabel Allende “La Suma de mis días” y está muy interesante. Una amiga me dijo: - Haz como ella, agárrate y escribe así como ella tu vida, porque te pasa cada cosa.- Para empezar, ella ya tiene renombre, por lo mismo su vida puede llamar la atención, la mía pudiera ser interesante para los que me conocen, pero de ahí en fuera lo dudo. Descartado escribir de mi vida, pero si terminar mi libro.

Ocupo recuperar mi identidad nacional, es decir, tramitar mi bendita tarjeta electoral, porque en un robo desapareció; y mi licencia de manejo, la cual me recogieron en uno de esos encuentros con tránsitos mordelones, que aunque demostró preocupación por mi tiempo, al decirme tres veces que tardaría, a lo que respondí la última vez -Ni modo, tárdese lo quiera, tendrán que esperarme en mi curso. Pues la licencia más que vencida, muy en ello fui por ella a tránsito después de casi dos años: pagué unas multas injustas, pero se me venció ahí guardadita en diciembre del 2010. Además debo poner el carro en regla, tengo pendientes pagos de refrendos y hacerle el cambio de propietario.

Quiero deshacerme de toda la ropa que no uso, o que me encanta, pero pide a gritos que la deje, porque está muy desgastada y descolorida. Me dice una amiga que según el Feng Shui tienes que deshacerte de 28 cosas para fin de año, la ropa me ayudará con un buen número.
Quiero imprimir fotos que tomé y tengo todo el año queriendo hacerlo, para ponerlas en los quince marcos que he acumulado.

Debo preparar una nueva receta de cocina, traigo antojo de hacer un postre: quequitos o un pastel, o galletas con chispas de chocolate, ya veré. Buscaré dentro de mi cuaderno de recortes, recetas que tenga grado de complejidad nulo o medio.
¿Qué más? Sé que hay más cosas pendientes, pero me acordaré. Tengo hasta el 31 para terminar eso, e igual algo que se me pase que no tengo presente.

diciembre 23, 2011

Inicio de la Navidad




Me gusta mucho en sí la temporada de Navidad, todo lo que representa. El mes de diciembre implica muchas emociones y sensaciones. Me doy la oportunidad de hacer el recuento de lo que hice en todo el año, lo que dejé de hacer, qué quiero cambiar, retomar o dejar ir. Pero eso lo expondré más adelante en otro artículo, estaba con la Navidad. Recuerdo cuando estaba en la primaría, era emocionante poner el pino y adornar toda la casa aludiendo a esta temporada: cocina, baño, pasillo, puertas y sala. Mi mamá era de las mujeres que les gustaban las manualidades, sacar patrones de revistas y hacer los adornos de fieltro: botas con Santa Claus, monos de nieve, osos, abuelita; y las coronas, pergaminos o cojines. Mis hermanas y yo le ayudábamos a bordar, era divertido, cada una bordaba una pieza clave para el adorno. Teníamos bastantes arreglos, cúmulo de todo lo que hacía mi mamá junto con lo que hacíamos en la escuela a través de los años. Incluso conservaba una vela que hice en el kínder: una cartulina doblada, formando un cilindro de unos treinta centímetro de largo, con una circunferencia de unos cinco centímetros de diámetro; por dentro tenía yeso, por fuera, la cartulina tenía pegado cascarón de huevo triturado pintado de amarillo. A mí se me hacía horrible, casi no tenía cascarón, ni pintura, y había perdido la mitad del yeso, que le daba rigidez, estaba toda aplastada, pero a ella le gustaba.

El poner el pino era todo un acontecimiento. Sacábamos todas las cajas con esferas y monitos, la variedad era enorme, no era como hoy, que por lo general se cuida que combinen los colores o sea de un tema específico: Disney, monos de nieve, galletas etc. En esos años las esferas eran multi-figuras y multicolores: rojas, verdes, azules, amarillas, campanitas, soldados, monos de nieve, de tela, plástico, cristal; caramelos de dulce o de plástico; las series de luces eran con focos grandes, eran raras las pequeñas, porque casi no se veían. Empezábamos a poner las extensiones, mi mamá nos guiaba porque nuestro sentido de orientación era nulo; después mis hermanas y yo, colocábamos las esferas, a como Dios nos diera entender, por lo que a veces en un mismo espacio colocábamos varias esferas, descuidando las proporciones, así que sorprendía a mí mamá de vez en cuando reacomodando algunas. Al último ella colocaba en la parte superior del pino, porque nosotras no alcanzábamos, cuatro botitas rojas con sus contornos dorados y motitas blancas de unos cuatro centímetros de alto, y cuatro bebés angelitos dormidos boca abajo con sus ropitas: dos de color azul y dos rosas. Ella decía que los angelitos nos representaban a nosotras, y que las botitas era una para cada una. El toque final iba en la punta del árbol, un angelito, que también estaba muy feo, era blanco, de su pecho emanaba la luz, su cabecita era de plástico, cabellito chino, güero con los ojos pintados cerrados; y unas alas de alambre con tela plateada brillosa. Una vez colocado, se prendía: ¡Ah! Era una emoción verlo terminado con tanto colguije puesto por nosotras.

Como recompensa a nuestra labor monumental, íbamos a comprar churros de azúcar a la Colonia Nueva enfrente del Colegio Frontera. Nos bajábamos del carro para observar como hacían los churros en un disco enorme lleno de aceite, poniendo la masa en forma de espiral, enchamarradas, con guantes y bufandas, apenas podíamos movernos. Nos entregaban una docena en una pequeña bolsa de papel, con doble porción de azúcar. Regresábamos a la casa, mi mamá preparaba chocolate caliente, nos sentábamos en la sala las cinco mujeres contemplando nuestra obra y ahí empezaba nuestra navidad.

diciembre 19, 2011

MI VIAJE A TAMPICO

MI VIAJE A TAMPICO
Mi papá vino de Mexicali a visitarme, pero también para ir a Ciudad Mante y Tampico porque ahí tiene: amigos, familiares, y lugares que le hacen recordar su pasado divertido y feliz. Antes de su viaje, le había pedido de la manera más cordial se organizara con mis tías y/o amigos para que aprovechara mejor los cuatro días que habíamos dispuesto para ese viaje. Ignoró mi petición, por lo que nos tendríamos que atener a las consecuencias. Aunado a eso, varias personas nos comentaron y describieron la situación crítica del Estado por la inseguridad; hablaron de muertos, robos, toques de queda, balaceras, miedo, pero eso no le importó, tenía claro su objetivo y lo más seguro era que exagerarán.

Nos fuimos en camión directo a Mante. Llegando tomamos un taxi a la casa de sus primas. A mi papá no le paraba la boca, quería saber de todo mundo, preguntaba y sus primas contestaban, daban santo y seña de lo que podían. Ellas son cuatro, son un amor. Dimos una vuelta por el centro, aquel centro donde tanto anduvo jugando en bicicleta, corriendo. Reconoció varios lugares los cuales ya no estaban. Fulanito había muerto, se había movido, había vendido eran los comentarios generales. Soldados en varias esquinas con sus rifles, acompañado de la historia de la persona secuestrada, asesinada. Era triste, más porque veía como él se daba cuenta de eso, le daba nostalgia pero también caía en cuenta de una realidad desconocida.

Después de Cd. Mante seguía visitar Tampico. Mi prima Marce, hija de mi tía Pirula, me dijo que quería ir a Tampico, yo le dije que nos acompañara porque pensábamos irnos en camión, pero ella ofreció mejor llevar su carro. Mi tía también se apuntó, y pues ahí vamos los cuatro. Llegamos a un supermercado, como era el mentado “Buen Fin”, disque intento del “Black Friday”, dista mucho pero podemos mejorar, querían ver que ofertas había. En una oportunidad que estuvimos solos le digo -Papá, ellas traen su plan, ¿a dónde nos vamos? Podemos tomar taxi e irnos nosotros por nuestra parte. - No pues, es que al rato van a ir al centro y pues que nos dejen ahí. La realidad era que él no tenía algo remoto a un plan. Total, llegamos al centro, el paisaje conocido en Ciudad Mante se repetía, muchos lugares cerrados, y otros abiertos que lo remitían aquellos tiempos: la funeraria de los primos, la esquina donde tomaba el camión, el lugar donde trabajaba tu tío. Nos estacionamos, y pegados con ellas yendo a tiendas, siendo que pudimos a ver ido con su familia, en fin.

Como a las siete de la noche se iban, tenían un compromiso -- ¿Dónde se quedan? –Aquí en el hotel Mundo, el cual estaba en el centro, se veía sospechoso desde la recepción: la muchacha muy informal, camiseta gris con un número en la parte de atrás, pintándose las uñas. El color del hotel era rosa pálido, ese color ya ni se usa en los hoteles. Nos dio la llave y el control. Tomamos el elevador, era para cuatro personas, o dos con maletas. Ahí, se tornaba más sospechoso el asunto. Pensé debo ser objetiva, el cuarto debe estar mejor. Abro la puerta: Es broma. ¡Horrible es poco! La alfombra gris y percudida, de esas de 0.5mm de espesor. Los cuadros y paredes de colores pasteles, debido al tiempo transcurrido, tornándose casi blancos. Televisión chica, lo menos importante, pero da una idea del lugar Mi papá: -Cuando vine con tu mamá este hotel era el mejor. O sea ¡Hellou! Hace 4000 años, en los ochentas. Me iba a bañar, vi cabellos en la coladera, y desistí. Las sábanas si las ponía a contraluz podían dejar ver todo lo que estaba detrás de ellas. Mi papá:-Prende el aparato de refrigeración (es decir el clima). Sentí que en cualquier momento el aparato despegaría dejando un boquete en la pared. Pasaron unos minutos, Papá: -Hace mucho ruido, mejor apágalo. Era tarde, y desconocía la ciudad, mi papá sin saber tampoco nada, ni modo pasamos la noche ahí. Yo como siempre dormí, rara vez batallo para hacerlo. Él no pudo porque hacía mucho ruido afuera, estábamos en el centro, pero sin comentarios.

Al día siguiente, -¿Nos cambiamos de hotel no? -- ¿Tú qué crees? le dije. Tomamos taxi- Llévenos a un hotel más o menos bueno, dimos a uno más decente. Cuando entramos, Mi papá: --No tiene nada que ver con el otro. Yo- Ah, ¿En serio?
Aventamos las cosas, para tener más tiempo de estar en la playa, tomamos un taxi y nos fuimos. Llegamos a la playa, tomamos nuestra palapa. Íbamos con toda la intención de bañarnos, el mar nos gusta a ambos, tanto para admirar como para chapotear. Yo traía mi traje de baño puesto, encima traía un blusón; comienzo a ponerme bloqueador, vi que me estaban observando tres hombres, con lentes negros, morenos, cachuchas, shorts y camisetas. Cada uno estaba recargado, en un barrote en la playa. Los barrotes, con una distancia de separación de un metro entre cada uno, colocados en línea perpendicular al mar. Miraban para todos lados, y dudé, no se ocupa ser detective para hacerlo. Seguí embarrándome el bloqueador pero sin quitarme el blusón; de nuevo volteé, seguía observándome uno de ellos, me le quedé mirando, con la cara de ¿Por qué me miras? Pero normal, según yo, la prudencia vino a mí y voltee para otro lado haciéndome tonta, al cabo que ni le batallo. Le digo a mi papá – ¿Y esos quiénes son? -- Han de ser del Golfo. Mejor me quedé sentadita con mi papá observando el mar.

Al día siguiente regresamos a Monterrey. Mi papá contento de que había hecho su viaje, porque hizo varias cosas que deseaba, y aprendió varias lecciones por sí solo. Yo regresé orgullosa de mí, porque ni me enoje ni respingué, simplemente acepté. Haciendo recuento fue un viaje muy mal organizado, pero divertido.