diciembre 19, 2011

MI VIAJE A TAMPICO

MI VIAJE A TAMPICO
Mi papá vino de Mexicali a visitarme, pero también para ir a Ciudad Mante y Tampico porque ahí tiene: amigos, familiares, y lugares que le hacen recordar su pasado divertido y feliz. Antes de su viaje, le había pedido de la manera más cordial se organizara con mis tías y/o amigos para que aprovechara mejor los cuatro días que habíamos dispuesto para ese viaje. Ignoró mi petición, por lo que nos tendríamos que atener a las consecuencias. Aunado a eso, varias personas nos comentaron y describieron la situación crítica del Estado por la inseguridad; hablaron de muertos, robos, toques de queda, balaceras, miedo, pero eso no le importó, tenía claro su objetivo y lo más seguro era que exagerarán.

Nos fuimos en camión directo a Mante. Llegando tomamos un taxi a la casa de sus primas. A mi papá no le paraba la boca, quería saber de todo mundo, preguntaba y sus primas contestaban, daban santo y seña de lo que podían. Ellas son cuatro, son un amor. Dimos una vuelta por el centro, aquel centro donde tanto anduvo jugando en bicicleta, corriendo. Reconoció varios lugares los cuales ya no estaban. Fulanito había muerto, se había movido, había vendido eran los comentarios generales. Soldados en varias esquinas con sus rifles, acompañado de la historia de la persona secuestrada, asesinada. Era triste, más porque veía como él se daba cuenta de eso, le daba nostalgia pero también caía en cuenta de una realidad desconocida.

Después de Cd. Mante seguía visitar Tampico. Mi prima Marce, hija de mi tía Pirula, me dijo que quería ir a Tampico, yo le dije que nos acompañara porque pensábamos irnos en camión, pero ella ofreció mejor llevar su carro. Mi tía también se apuntó, y pues ahí vamos los cuatro. Llegamos a un supermercado, como era el mentado “Buen Fin”, disque intento del “Black Friday”, dista mucho pero podemos mejorar, querían ver que ofertas había. En una oportunidad que estuvimos solos le digo -Papá, ellas traen su plan, ¿a dónde nos vamos? Podemos tomar taxi e irnos nosotros por nuestra parte. - No pues, es que al rato van a ir al centro y pues que nos dejen ahí. La realidad era que él no tenía algo remoto a un plan. Total, llegamos al centro, el paisaje conocido en Ciudad Mante se repetía, muchos lugares cerrados, y otros abiertos que lo remitían aquellos tiempos: la funeraria de los primos, la esquina donde tomaba el camión, el lugar donde trabajaba tu tío. Nos estacionamos, y pegados con ellas yendo a tiendas, siendo que pudimos a ver ido con su familia, en fin.

Como a las siete de la noche se iban, tenían un compromiso -- ¿Dónde se quedan? –Aquí en el hotel Mundo, el cual estaba en el centro, se veía sospechoso desde la recepción: la muchacha muy informal, camiseta gris con un número en la parte de atrás, pintándose las uñas. El color del hotel era rosa pálido, ese color ya ni se usa en los hoteles. Nos dio la llave y el control. Tomamos el elevador, era para cuatro personas, o dos con maletas. Ahí, se tornaba más sospechoso el asunto. Pensé debo ser objetiva, el cuarto debe estar mejor. Abro la puerta: Es broma. ¡Horrible es poco! La alfombra gris y percudida, de esas de 0.5mm de espesor. Los cuadros y paredes de colores pasteles, debido al tiempo transcurrido, tornándose casi blancos. Televisión chica, lo menos importante, pero da una idea del lugar Mi papá: -Cuando vine con tu mamá este hotel era el mejor. O sea ¡Hellou! Hace 4000 años, en los ochentas. Me iba a bañar, vi cabellos en la coladera, y desistí. Las sábanas si las ponía a contraluz podían dejar ver todo lo que estaba detrás de ellas. Mi papá:-Prende el aparato de refrigeración (es decir el clima). Sentí que en cualquier momento el aparato despegaría dejando un boquete en la pared. Pasaron unos minutos, Papá: -Hace mucho ruido, mejor apágalo. Era tarde, y desconocía la ciudad, mi papá sin saber tampoco nada, ni modo pasamos la noche ahí. Yo como siempre dormí, rara vez batallo para hacerlo. Él no pudo porque hacía mucho ruido afuera, estábamos en el centro, pero sin comentarios.

Al día siguiente, -¿Nos cambiamos de hotel no? -- ¿Tú qué crees? le dije. Tomamos taxi- Llévenos a un hotel más o menos bueno, dimos a uno más decente. Cuando entramos, Mi papá: --No tiene nada que ver con el otro. Yo- Ah, ¿En serio?
Aventamos las cosas, para tener más tiempo de estar en la playa, tomamos un taxi y nos fuimos. Llegamos a la playa, tomamos nuestra palapa. Íbamos con toda la intención de bañarnos, el mar nos gusta a ambos, tanto para admirar como para chapotear. Yo traía mi traje de baño puesto, encima traía un blusón; comienzo a ponerme bloqueador, vi que me estaban observando tres hombres, con lentes negros, morenos, cachuchas, shorts y camisetas. Cada uno estaba recargado, en un barrote en la playa. Los barrotes, con una distancia de separación de un metro entre cada uno, colocados en línea perpendicular al mar. Miraban para todos lados, y dudé, no se ocupa ser detective para hacerlo. Seguí embarrándome el bloqueador pero sin quitarme el blusón; de nuevo volteé, seguía observándome uno de ellos, me le quedé mirando, con la cara de ¿Por qué me miras? Pero normal, según yo, la prudencia vino a mí y voltee para otro lado haciéndome tonta, al cabo que ni le batallo. Le digo a mi papá – ¿Y esos quiénes son? -- Han de ser del Golfo. Mejor me quedé sentadita con mi papá observando el mar.

Al día siguiente regresamos a Monterrey. Mi papá contento de que había hecho su viaje, porque hizo varias cosas que deseaba, y aprendió varias lecciones por sí solo. Yo regresé orgullosa de mí, porque ni me enoje ni respingué, simplemente acepté. Haciendo recuento fue un viaje muy mal organizado, pero divertido.

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