julio 05, 2009

JUEGO DE PALABRAS






Todo empezó por él. Había quedado a las nueve de la noche y no llego. Hasta la hora acordada habló para decir que en diez minutos llegaba, diez. Ella dudó del tiempo dado. Decide aprovechar ese tiempo extra. Se alacia el cabello, tarea que no había sido opción al principio, dada las circunstancias. La imaginación es enorme, y con ella los cientos de sentimientos que se derivan de la misma. Levanta la ropa tirada de toda una semana. A ella no le gusta la impuntualidad y él se estaba excediendo. Prepara el lonche para los dos días siguientes. En su cabeza dan vuelta, mil y una escenas de posibilidades sobre grandes discursos que le dieran a entender su imprudencia, sin embargo decide respirar hasta novecientos noventa nueve mil novecientos noventa y nueve. El teléfono suena. No tiene muchas ganas de contestar, pero lo hace. “Disculpa, voy saliendo de la planta, llego en diez minutos.” “¿Diez minutos reales o como los de hace rato?” “No reales, bueno quince”. Resalta la llamada, después de un silencio notable durante una hora, ella lo toma como una falta de consideración. Se recuesta en su cama, cierra los ojos en su intento de siesta. Tocan la puerta. Ella va abrir toda modorra, ya sin zapatillas, su cabello lacio enmarañado; son casi las once y no pasa por su mente hacer otra cosa que dormir. Abre, una sonrisa forzada recibe de él, por el temor de que ella muestre facetas desconocidas que pudieran no gustarle. Aún no la conoce muy bien. Ella lo besa y abraza desganada El discurso que había pensado ya no aparecía en su mente, no tenía caso enojarse. Ella se dirige al cuarto y él la sigue, inseguro aún del estado de ánimo de ella. Se recuestan en la cama, “Te tardaste mucho. Ya todo ha de estar cerrado.” Él muy optimista “Aún hay muchos lugares abiertos.” Ella no tanto. “Estoy cansada y ya no tengo ganas de salir. Vamos mejor por una hamburguesa del Carl’s, y nos la traemos acá; la acompañamos con la sangría que tengo en el refrí, y las servimos en las nuevas copas. Y cómo castigo, jugaremos Scrabble”. “Va”. Tal vez lo dijo no muy convencido, pero ante su impuntualidad, no le quedaba de otra. Scrabble, le había dicho él, lo había jugado muy pocas veces, no se acordaba cuando. Ella dos días antes lo había comprado, siempre le ha gustado; fue un juego frecuente con sus hermanas, no precisamente en su niñez si no estando en la universidad, y lo era todavía. El juego consiste en formar palabras con fichas en un tablero; cada una trae una letra del abecedario y un valor; conforme se forman las palabras se suma el total de dichos valores. El tablero, lo hace más interesante, vienen ciertos recuadros que multiplican el valor ya sea de la palabra completa o de la letra, beneficiando la puntuación de la palabra. La habilidad mental que uno logra desarrollar es impresionante. A veces por magia o por sentimiento de superioridad a la Real Academia Española, se inventan palabras, para conseguir una buena puntuación. La mente se aferra a la posibilidad de que no se equivoca en los recuerdos vagos de existencia de tal o cual conjunto de letras, porque no llegan a ser palabras reales, eso es lo divertido al menos eso pensaba ella. Salen rumbo a Leones. Comentan y divagan sobre diversos temas. La preocupación del destino laboral de una amiga cobra interés en ambos. La decisión sobre la hamburguesa a elegir fue más fácil para ella que para él. Él se decidió, aún y cuando por costumbre elige siempre la misma, una igual a la que seleccionó ella. Unas papas para los dos, pensando ambos en la dieta que se habían dado el lujo de romper esa noche. La bebida ya estaba en el congelador, de seguro regresando estaría más fría. Regresan al departamento. En el cuarto, deciden por unanimidad, pues ahí es donde está el aire acondicionado (clima). La cama servirá de mesa, una vez más dando un uso secundario de los tantos que tiene. Abren el juego, cada uno toma sus siete fichas. Sacan las hamburguesas y las papas, de la bolsa de papel café, que recuerda el lonche en la primaria. La bebida se sirve en las copas, fría como a ellos les gusta. Chocan las copas ¡Salud y Felicidades! Trago y beso. Letras sobre el tablero empiezan a convertirse en palabras. Papel y pluma a la mano para tomar nota de las puntuaciones. El principio es lo más sencillo, conforme avanza es más difícil porque hay reglas que respetar. Él quiso comprobar si existía la palabra ANADOL, ella algo escéptica, pero sin descartarlo, busca en el diccionario y comprueba su sospecha, por lo tanto él se decide por una palabra real. Se sintió orgullosa cuando colocó la palabra MUDEZ, la Z es la de más alta puntuación, diez puntotes; pero perdió toda esperanza cuando él puso la palabra de sesenta y seis puntos porque cayó en un triple de palabra y tenía un doble de letra, con eso ya fue una diferencia abismal, pero no por eso dejó de tener interés el juego. La noche transcurría, entre palabras creadas, risas estruendosas, caras de angustia, tiempo muertos; hamburguesas y papas; sorbos a la sangría muy fría, en las copas enormes casi finas; retos y burlas festejaron un mes de noviazgo.

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